miércoles, 4 de octubre de 2017

Orgulloso de la actitud pacifista y gandhiana

La situación en Catalunya es muy tensa, y reconozco que estos días no soy capaz de concentrarme y rendir. Estoy estresado. Un estrés de sensación de falta de control, de miedo o angustia y de que lo que está por venir será una espiral de conflicto y provocación que me temo irá a mucho peor en los próximos días y semanas.
La sociedad catalana está realizando actos multitudinarios estos días, absolutamente pacíficos y sin caer en provocaciones. 
Las dos partes se han polarizado a extremos ya difíciles de reconducir. 
El gobierno catalán se ha mostrado dispuesto a la mediación. El gobierno español, de momento, silencio. ¿A qué espera? Al menos que responda al paso dado por una de las partes. Todavía tengo esperanzas que mueva pieza.
Cada día más y más catalanes consideran que no hay más salida que dejar España, y cada día las amenazas suben de tono. 
Incluso el Rey ayer, en una intervención televisiva sin precedentes, no dio ningún mensaje alentador a la negociación ni al diálogo. De hecho, con sus palabras, honestamente, me pareció justificar la violencia que el estado empleó en Catalunya y me pareció que daba su total apoyo que se suspenda la autonomía de Catalunya en las próximas horas, y a que sea haga “lo que sea necesario” para restablecer el orden y la ley. 
En paralelo, el gobierno catalán está preparándose para declarar la independencia de forma unilateral.
Estamos viviendo un momento triste, que detona nuestra memoria histórica de derrotas y levantamientos populares contra el poder de Madrid en los que Catalunya siempre salió perdiendo. Estamos en una posición tristemente similar.
En el siglo XXI, la fuerza de Internet y la opinión pública mundial que intenta comprender lo que representa la revolución (absolutamente pacífica y de resistencia) que está teniendo lugar en Catalunya, es un cambio relevante pero insuficiente. Ojalá tuviera más influencia.
Insuficiente, porque los que pueden hacer cambios son los gobernantes españoles, catalanes y los gobiernos poderosos a nivel mundial. Y de momento, mi percepción es que a los gobiernos mundiales, más allá de amables o diplomáticas palabras, en realidad no les interesa tener ningún conflicto con el Estado Español, van a lo suyo, piensan que suficientes retos y problemas tienen encima de la mesa como para dedicarle atención al nuestro, y por tanto no tiene pinta que se involucren ni se comprometan seriamente en mediar.
En este sentido Europa nos está fallando, nuevamente. Necesitamos urgentemente mediadores líderes y valientes.
Pinta muy mal para Catalunya. A 2017, un sector importante de la población española (y de sus gobernantes) todavía ven a Catalunya como una colonia a la que se debe adoctrinar y frenar. Somos como una propiedad, somos objetos a los que se puede manipular, no nos ven como personas, y desde ahí, ciegos y sordos, pretenden pasarnos por encima.
Estoy orgullosísimo y emocionado de haber presenciado tanto el día 1-O como el 3-O la actitud y comportamiento “gandhiano” de la población manifestante. No sé si eso será efectivo pero es nuestro único camino. Si sacan la fuerza y las armas, y “dejan actuar” a la policía española y la guardia civil (tal como gritaban de forma energúmena ayer en Pineda), sinceramente, me planto y prefiero la vida. Prefiero mi Carpe Diem, sin odios y concentrándome en amar.
Este escrito sale del corazón y va especialmente dedicado a mis amigos españoles, y a aquellos que piensan diferente.
Un abrazo